Serán los 160 años de la primera aparición de la Virgen en Lourdes que se cumplirán mañana, o los 20 años de la escenificación de El Milagro de Lourdes. O quizás, nada más -ni nada menos-, que la necesidad de paz y sanación del alma humana cada vez más agobiada por las enfermedades físicas y sociales. Lo cierto es que San Pedro de Colalao se preparaba ayer para vivir la temporada más exitosa en muchos años, con una sorpresiva cantidad de más de 38.000 visitantes en la pequeña villa turística.
La mayoría son peregrinos que llegan para honrar a la Virgen de Lourdes en su gruta, una réplica de la original que está en Francia. Como todos los años, las historias sobre los milagros de la Virgen son el tema de conversación entre los fieles, que no pueden si no multiplicar su fe con cada nuevo testimonio que escuchan.
Porque prepararse para recibir el mensaje de Lourdes, que sería escenificado anoche, no se trata solo de armar el predio y acomodar sillas. Se trata de preparar el corazón para uno de los encuentros más convocantes del calendario religioso en Tucumán.
A la escenificación le seguiría la tradicional procesión. Hoy, desde las 7, se rezará el Rosario cada hora, y a las 11 será la gran Misa en honor a Lourdes.
Una voz milagrosa
María Córdoba siente que ella y su hija han resucitado. Por eso, para ella es un honor ser la persona que mantiene limpio el oratorio, una de las novedades de la Fiesta de Lourdes este año. No es más que una carpa blanca en forma de capillita donde los fieles pueden tener un encuentro en intimidad con el Señor. Pero en pocas horas el espacio logró embeberse del misticismo lourdista
A la entrada está María, vecina de San Pedro. “Yo no soy la jefa de acá, soy la persona que limpia”, dice con toda humildad. “Mi tarea es tener limpito el Sagrario del Señor.
"Me siento feliz de que el padre Hugo me haya permitido hacer este trabajito”, confiesa, escoba en mano, la mujer. Ella esa adoradora del Santísimo en la parroquia de la Villa y la “barrendera” del Señor, como le gusta identificarse en tono de broma.
Este año el padre Hugo Noguera, el párroco, le ha pedido que dé el testimonio de dos grandes gracias que ha recibido de la Virgen y del Santísimo el año pasado. El primero fue en julio.
Cuenta que ella estaba atizando el fuego en su casa con un hierro, sentada en una silla también de hierro. “De pronto quiero colgar el atizador en una correa que estaba electrificada y yo no sabía. Me quedé pegada durante varios segundos. De pronto aparece mi hija y yo le rogaba al Señor que no me tocara. Yo no podía hablar. Cuando ya sentía que me moría le dije a Dios ‘Señor, ¿ya no me necesitás más en el Oratorio?’. En ese momento mi hija salió corriendo y bajó la llave de la luz.
Después me dijo que había escuchado una voz que le había dicho que bajara la llave. Pero ella no se había dado cuenta de que yo me estaba electrocutando”, cuenta la servidora, emocionada como cada vez que relata su historia y siempre y agradecida con esta voz milagrosa.
Repuesta a medias del susto de la electricidad, a los pocos meses, en septiembre, María volvió a vivir una experiencia muy extraña. “Mi hija me trae una foto de mi otra hija, que se llama Luz María y me dice mirá qué linda está. Pero cuando la vi yo dije: esta chica tiene algo, esta flaca y demacrada. A los dos días me voy a la ciudad a verla y la encuentro en cama pálida y desfalleciente.
La llevé al hospital urgente. Al principio no le encontraban nada, pero yo insistía en que ella tenía algo grave. En el hospital hizo un pico de 363 de glucemia. Nadie, ni ella, sabía que era diabética. Casi muere. Pero gracias a que la Virgen me llevó con ella se puedo salvar”, cuenta con el pecho inflado de fe.